ORIENTACIONES A LOS PADRES
DE ALUMNOS NUEVOS DE PRIMERO DE EDUCACIÓN INFANTIL SOBRE LA ADAPTACIÓN
Vuestros
hijos van a comenzar una etapa nueva en su vida, la escuela nunca puede
sustituir a la familia y es esta y sobre todo los padres, a quienes corresponde
la responsabilidad de la educación de sus hijos.
Es frecuente pensar, cuando se presentan
dificultades sobre todo en los hábitos del niño, que en la escuela “aprenderá”
a comportarse, a comer, a hacer caso. Esto no es labor de la escuela sino de la
familia, donde el niño debe aprender las primeras normas y límites, así como
las reglas que rigen las primeras relaciones sociales.
Al comienza de la escolarización la familia debe
asumir la necesidad de colaborar estrechamente con el colegio, para que ambos
contextos sean coherentes y sigan una misma línea de actuación, y de esta
manera el niño se desarrolle de una manera equilibrada y adecuada.
La adaptación no es igual en todos los niños,
depende de los siguientes factores: las características temperamentales del
niño, el vínculo familiar, expectativas y creencias de los adultos sobre como
prevé que va a ser este proceso, etc...
Durante el primer trimestre es fundamental una buena
y estrecha relación entre los padres y los profesores, para intercambiar información
acerca del niño. La percepción de los padres y profesores del propio proceso,
dependerá de la diferencia de su comportamiento en casa y en la escuela, por
eso deben estar recíprocamente informados.
Los hijos de padres que tienen mayor ansiedad, inquietud,
temor e inseguridad ante el hecho de llevar a su hijo al colegio, tienen más
problema en el aula durante la primera semana de incorporación y además se
manifiestan más tímidos, muestran menos confianza, se integran peor con los
iguales, cooperan menos en las actividades, son menos autónomos y se comportan
peor en casa. Su adaptación social y emocional es menor.
Los alumnos que tienen experiencia previa de
guardería tienen menos manifestaciones negativas propias del periodo de
adaptación, pero no hay que olvidar que igualmente han de adaptarse a un
espacio nuevo, a una profesora nueva y a unos compañeros y rutinas diferentes a
las ya vividas.
Sabremos que el niño está adaptado a la escuela
cuando: acepte ir con normalidad, cuando reciba bien a los padres al recogerle,
cuando dejen de aumentar las demandas de apego, cuando se alegre al ver a su
profesora por la calle, cuando vuelva a
dormir bien y a comer bien, cuando deje de mostrar signos de agresividad o
irritabilidad si es que los hubiese habido.
Tendremos que tener paciencia, dejar que pase por
las distintas etapas: protesta, ambivalencia y adaptación. Los niños que pasen
mucho tiempo llorando y por periodos más largos que el resto de compañeros
requerirán una valoración de la situación por parte de la tutora.
La primera escolarización genera en los padres
miedos y dudas, tanto con respecto al niño como con respecto al centro
educativo y a los demás compañeros de la clase: le pegarán, se caerá, estará
triste, comerá, le cuidarán bien, sabrá pedir lo que necesite... Los padres
sienten que van a perder el control sobre la vida de su hijo en un momento de
su vida en el que todavía es muy dependiente de los adultos. Es muy frecuente
que los padres sientan emociones ambivalentes, por una parte alivio por dejarlo
en la escuela y descanso por la continua demanda de atención que requiere, y
por otra parte, culpa por sentirse aliviado. Muchas veces las madres ocupadas
en la crianza de sus hijos, sienten confusión ante el vacío que van a dejar los
niños durante unas horas. La adaptación del adulto es importante para la
adaptación del niño. Distintas maneras que tienen los padres de reaccionar:
Con ansiedad, padres que no ven el momento de
marcharse, que llegan a buscarles con mucho tiempo de anticipación, que cuando
dejan a su hijo llorando ellos también lloran.
Con exigencia excesiva, padres que aplican el tercer
grado al profesor o al propio niño cuando van a recogerlo, que se agobian
porque el niño no cuenta nada, que si el niño sale con alguna herida tienden a
pensar que no lo han cuidado bien y montan un numero generando mala relación y
desconfianza con el centro.
Con despreocupación, padres que no preguntan nada,
que vienen tarde a buscar a sus hijos, que lo llevan cuando está enfermo, que
no asisten a las reuniones o tutorías, que no participan en las actividades
conjuntas que propone el colegio, que no se preocupan de llevar los materiales
requeridos para el trabajo del niño.
Todos estos aspectos influyen en el proceso de
adaptación y el papel que cada familia adopte ante esta nueva situación marcara
las conductas adaptativas de su hijo al colegio.
Las manifestaciones del niño dependerán de su
temperamento y de la conducta de la familia, cómo ya hemos explicado antes.
Cada niño podrá tener distintas conductas según el momento:
Conductas regresivas, niños que retroceden a
conductas ya superadas, chuparse el dedo, pedir el chupete o el biberón,
mostrarse menos autónomo y más apegado físicamente, comer o dormir peor, tener
un peor control de esfínteres.
Conductas de inhibición, niños que optan por no
mirar, no hablar, no participar, no jugar en el colegio.
Conductas negativas, niños que se portan mal, cogen
rabietas, se niegan a ir al colegio, vomitan, tienen dolores.
Estas manifestaciones no siempre pueden aparecer el
primer día a veces el segundo o días después. Hay niños a los que les cuesta
mucho adaptarse, es poco frecuente pero en ocasiones la adaptación puede durar
meses.
Entre todos familia y colegio debemos facilitar una
adaptación adecuada, para que no quede en una mera resignación sino en una
adaptación verdadera.
Los padres habrán de tener claro que dejar de traer
al niño para que no llore no solo no es la solución sino que puede traer dos
consecuencias, que el niño aprenda que
puede con su conducta decidir sobre temas tan relevantes como su escolarización
y que aumente su miedo a situaciones fuera del entorno familiar.
Los padres tendrán que asumir que sus temores y
sentimientos son normales y que otros padres también lo están pasando igual.
Deberán ser pacientes, no tomar decisiones apresuradas o hacer comentarios poco
meditados, no mostrarse intranquilo, ansioso o preocupado delante del niño.
Confiar en su capacidad de adaptación, pensar que
los niños se adaptan con facilidad y que el colegio es un lugar lleno de
especialistas en este tema que le van a ayudar en este proceso. Ayudar al niño
empatizando con él mostrando y diciéndole que entendemos que llore o que este
descontento con esta nueva situación
pero dándole ideas de todas las cosas positivas que va a conocer, lo que
se va a divertir, los amigos que hará, lo que aprenderá, los juguetes con los
que jugará...
Recomendaciones:
Despertarlo con tiempo suficiente para prepararse y
venir al colegio tranquilamente, sin prisas.
No mentirle diciéndole que va a otro sitio, o que no
se queda a comer o que es sólo un momento. Con estas conductas están enseñando
a mentir a los niños, y también a no
confiar en sus propios padres.
No amenazar al niño cuando se porta mal con llevarlo
al colegio, con este comentario convertimos la escuela en un castigo.
Una vez en la puerta del colegio despedirse de forma
clara, afectuosa y rápida, recordando al niño que luego viene a buscarle, sin
estar demasiado rato. Nunca marcharse a escondidas o sin despedirse esto genera
en el niño miedo y desconfianza.
Venir a recogerle puntual, ver a otros padres y no
al suyo genera dudas, temor, sentimiento de abandono, y aunque para nosotros
sea poco rato al niño se le hará muy largo y lo vivirá de forma muy negativa.
Al recogerlo ser afectuoso, interesarse por lo que
ha hecho pero no de manera insistente, tener expectativas positivas, que se ha
divertido, que ha hecho nuevos amigos...
No dramatizar
ni hablar excesivamente del tema
con otros adultos delante del niño.
No pretender que el primer día el niño haya creado
un vínculo afectivo con su profesora, esto lógicamente lleva tiempo.
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