miércoles, 10 de septiembre de 2014

16.- Carta de un hijo a todos los padres


No me des todo lo que te pido. A veces sólo pido para ver hasta dónde puedo coger.

No me grites. Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar a mí también.

No me des siempre órdenes. Si en vez  de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.

Cumple tus promesas, buenas o malas. Si me prometes un premio, dámelo; pero también si es un castigo.

No me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir. Y si es al contrario, seré yo quien sufra.

No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Decide y mantén tu decisión.

Déjame valerme por mí mismo. Si tú lo haces todo por mí, yo nunca aprenderé.

No digas mentiras delante de mí. Me haces sentir mal y pierdo la fe en lo que me dices.

Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti y me enseñarás a admitir mis equivocaciones.

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que, porque seamos familia no quiere decir que no puedas ser amable.

No me digas que haga una cosa si tú no la haces. Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas aunque no lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no hagas.

Enséñame a ser solidario con los demás. No importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de nada vale si yo veo que a ti no te importan los problemas de los demás.

Cuando te cuente un problema mío, no me digas: “No tengo tiempo para tonterías” o “Eso no tiene importancia”. Trata de COMPRENDERME Y AYUDARME.

Y QUIEREME Y DIMELO. A mi me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.
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